jueves, 18 de febrero de 2010



El derrumbe, la fragilidad, la vulnerabilidad, la transitoriedad y la
precariedad de los vínculos y redes humanos permiten que los
poderes puedan actuar. (Z. Barman)




Buenos Aires no es la misma. BA Marzo 2005

Buenos Aires no es la misma que aquella de los ochenta y noventa, donde  nosotros los vecinos, corríamos de una esquina a otra del micro centro tratando de defender en las financieras, bancos y mesas truchas nuestro capital que se evaporaba de nuestras manos o viajando por “el déme dos”.

Buenos Aires no es la misma que en aquellos años del proceso,  donde nos pavimentaban las plazas, alguien decidía construir en el parque una inútil televisora color o voltear barrios enteros y consolidados de vivienda para atravesar inconsultas autopistas la ciudad. No es la misma que aquella de los ´60 y `70 que nos condenaba a vivir en edificios que ocupaban la totalidad de un lote con pasillos interminables y nos tocaba en suerte, “un chiche 2 ambientes, baño y cocina entre patios de aire y luz de 3 x 3”...

Buenos Aires no es la misma que aquella donde las autoridades y vecinos mirábamos para otro lado frente a la perdida del patrimonio histórico y arquitectónico.

Sin duda Buenos Aires ya no es la misma.

A partir de la crisis del 2001, el estado de confusión, la toma de conciencia de nuestro rol de ciudadanos, la pérdida de rol y de prestigio de los funcionarios públicos, la desaparición del sistema financiero y crediticio, convirtió a Buenos Aires  y su espacio público en un ámbito de protestas a veces racional, a veces emocional, a veces informada, a veces no, pero dispuesta a manifestar públicamente sus quejas, mas participativa, en muchos casos huérfanos de representantes que piensen en respuestas y en dar soluciones y promuevan debidos consensos donde convertir en hechos concretos tanto reclamo.

Buenos Aires hoy ciudad Autónoma a medias, discute sin representación, con un Gobierno que continua a otro Gobierno descabezado por una tragedia y por los juegos de la política que no está a la altura que merecen los vecinos y representados.

Buenos Aires crece hoy de manera que pocos recuerdan, de la mano de un código de planeamiento que asumió reglamentar la Ciudad de una manera y no de otra, de un código de edificación que atrasa cuarenta años, que sumó a su letra infinitos cambios que contemplan temas ausentes en anteriores versiones, pero tan absoluto que impide en muchos casos poder construir racionalmente sobre el lote fundacional. Que impulsa a sumar lotes  para edificar torres como remedio, a veces, inevitable.

Es cierto que las torres impactan en la ciudad consolidada, ciudad en crecimiento, la torre símbolo de la actual bonanza de la construcción, es también símbolo de la lógica económica y símbolo del “mal” para muchos vecinos que ven afectado su paisaje habitual por la presencia de estos nuevos faros urbanos. Los vecinos protestan frente a los cambios, no hay nada mejor que lo conocido. A veces tienen razón, a veces no, está muy bien que lo hagan, siempre es mejor una ciudad que cambia, que crece e intenta mejorar, siempre es mejor ciudadanos comprometidos con su ciudad, con su patrimonio.

La construcción de la ciudad es positiva, la torre en si misma no es un mal, solo representa lo que los vecinos temen. Es cierto que hay torres y torres. Están aquellas que en vez de consolidar tejido lo destruyen, insensibles al lugar a sus vecinos, objetos autistas del espacio público, de la vereda y de la calle.

Los vecinos temen porque Buenos Aires colapse sus servicios, quizás no es así, no es cierto, hay barrios que admiten seguir densificando, pero quién lo sabe? , Buenos Aires necesita ser dotada de infraestructura para seguir creciendo no hay dudas.

Exactamente al revés que muchas quejas, pienso y planteo que Buenos Aires debe crecer, densificarse muchos más, tendremos así una mejor ciudad, mas económica y más segura. Pero para llegar a esto la Ciudad debe equiparse y facilitar que la Ciudad recupere lo que se perdió en veinte años de no hacer nada.

Protestemos porque es nuestro derecho, protestemos porque podemos. Prefiero esta ciudad y no aquella que en vez de producir capital, especulaba financieramente. Prefiero esta ciudad que  se junta y ocupa el espacio público para festejar o protestar y no aquella temerosa de las represalias por ser más de dos. Prefiero esta ciudad de torres y demás en construcción y no la ciudad inmovilizada por el temor, la abulia o la falta de futuro.

Donde orientar las quejas, como mejorar lo que hacemos, como decidir donde crecer y donde no, cuando y donde dotar la ciudad de subsuelo fértil para seguir creciendo, donde debatir nuestro futuro parece inevitabe y necesario, quizás parte de las respuestas se encuentren en ese Plan Urbano Ambiental para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires imperfecto y dormido en cajones de nuestros representantes. Es bueno tener la idea de una ciudad que nos incluya a todos, e incluso que esté en el orden del día.

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