jueves, 18 de febrero de 2010

Baliero, me has recordado algo que una vez olvidé.

 Es extraño. Me encuentro sentado frente a mi ordenador intentando escribir unas palabras en homenaje a la memoria de Horacio Baliero, alguien que no fue mi amigo, que no fue mi profesor, que no fue mi jefe y a quien por cierto, jamás conocí personalmente y que sin embargo y a la distancia breve de su muerte, siento algo extraño, me siento deudor, intensamente deudor.

Tanto, como de aquellos otros maestros que tampoco he conocido en persona y que sin embargo rondan en mi vida y en la vida. Hoy, muchos ya muertos y que inconscientemente en su mayoría, me enseñan sobre los límites, sobre las ignorancias y sobre la fragilidad de mi propia existencia por oposición a la constancia, sabiduría, humildad y sacrificio que ellos supieron transmitir en su verbo y quehacer, a lo largo de la vida.
 Siento que la muerte en tales casos es verdaderamente injusta, ya que somos tantísmas personas como hay, las que continuamos brevemente ocupando un espacio entre los vivos, pero incapacitados de poder dar a otros lo que estos maestros sí, tanto nos dan.

Deudor también, por recordar haber olvidado alguna vez decirles gracias en vida y en parte así, saldar deudas contraídas.
Quedará entonces el dudoso honor frente a la paradoja, de figurar en la Historia, para que desde ella se cuente, a nosotros sobrevivientes, de estos pocos y elegidos hombres y mujeres que brindan su talento irrepetible por tan poco, protagonistas de un  tiempo existencial, donde los testimonios logran insuficientemente  trascenderlos.

La muerte de un Maestro de la Arquitectura Argentina como Horacio Baliero, no evita que pese a él y a todos nuestros otros maestros, continúe aún la ignorancia, la pobreza y la idiotez de nuestra época, pero su lección, ayuda a prevenirlas. BCN Febrero 2004

Horacio Raimundo Baliero nació un 15 de marzo de 1927 en Buenos Aires, Argentina. En el año 1953 se recibió de Arquitecto. Diez años después era Profesor Adjunto de la FADU hasta el '66. Con la vuelta de la democracia se desempeña en su taller de Arquitectura. En 1950 fundó uno de los estudios que marcaron toda una época: la Organización de Arquitectura Moderna, junto a Bullrich, Borthagaray, Casares, Cazzaniga, Clusellas, Goldemberg, Polledo y Carmen Córdova, que fue su mujer durante muchos años y con quien tuvo tres hijas. Gran cantidad de sus obras las realizó a partir de ganar concursos, tanto en el país como en el extranjero. Fue distinguido con el Premio del Fondo Nacional de las Artes en 1996 y el Konex de Platino en el 2002.

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